¿Cómo afectan la sequía, la acidez y la salinidad a nuestros cultivos?
Los estreses de tipo abiótico representan la principal causa de la reducción en la productividad de los cultivos a nivel mundial, estimándose que ocasionan pérdidas de alrededor del 50% en la mayoría de los cultivos afectados. Entre estos estreses, la sequía y la salinidad son los que más contribuyen a estas pérdidas y su impacto se ve agravado por su progresiva extensión y severidad.
Influencia de la sequía, acidez y salinidad en el suelo
La sequía afecta directamente a la calidad del suelo, su estructura y, como consecuencia, la capacidad de las plantas para asimilar nutrientes. La principal causa de la sequía es la falta de precipitaciones.
La acidez del suelo, medida por la concentración de hidrogeniones y evaluada según el pH, afecta significativamente la estructura del suelo y la asimilación de nutrientes. El peachímetro mide el pH del suelo, clasificándose en una escala de 1 a 14, considerando 7 como un pH neutro. Un pH por debajo de 7 es ácido y por encima de 7 es básico (alcalino). Los tres factores principales que determinan el pH del suelo son la naturaleza del material original, los residuos de la actividad orgánica y el clima.
En general, los climas húmedos tienden a originar suelos ácidos, mientras que los pH neutros son los más favorables para las propiedades físicas del suelo.
En cuanto a la salinidad, esta se refiere a la cantidad de sales en el terreno y se mide mediante la conductividad eléctrica (CE). Un suelo se considera salino cuando su CE supera los 4 dS/m en el extracto saturado. La acumulación de sales puede deberse a procesos naturales, como la acción capilar, o a actividades humanas, como el uso excesivo de fertilizantes y el desmonte de tierras. La salinidad afecta negativamente la estructura del suelo, la asimilación de nutrientes por las plantas y la actividad microbiana del suelo.
¿Qué estrategias de mitigación existen?
Por una parte, existe la prolina como un regulador osmótico. Es un regulador osmótico natural que desempeña un papel crucial en la respuesta de las plantas al estrés hídrico. Durante períodos de sequía, las plantas adoptan mecanismos de escape, evitación y tolerancia para minimizar los efectos adversos. Las especies vegetales adaptadas a entornos con limitación hídrica tienen a acumular mayores cantidades de prolina bajo condiciones extremas, convirtiéndola en un marcador confiable de estrés.
Por otra parte, la glicina betaína como bioestimulante. Este es un bioestimulante que ayuda a mitigar el estrés abiótico, especialmente el salino y el hídrico, a través de la osmoprotección. Esta sustancia se absorbe y transloca rápidamente en las plantas, mejorando su resistencia al estrés, equilibrando el balance hídrico y estimulando el crecimiento vegetal. La betaína anhidra, derivada de la glicina, también actúa como un agente osmoprotector multifuncional, mejorando la resistencia al estrés abiótico, la fotosíntesis y la respiración, además de aumentar la eficiencia en el uso del agua y la calidad de los cultivos.
Tanto la sequía, la acidez como la salinidad son factores críticos que afectan a la calidad del suelo y la productividad de los cultivos. La adopción de estrategias de mitigación, como el uso de prolina y la glicina betaína son esenciales para mejorar la resistencia de las plantas al estrés abiótico y optimizar su crecimiento y desarrollo en condiciones adversas. Estas soluciones no solo mejoran la eficiencia del uso del agua y la calidad de los cultivos, sino que también contribuyen a la sostenibilidad agrícola a largo plazo.
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